Out of the Blue

Esto que sigue también es autobiográfico, o eso creo. Una anfetamina es como una llave de la palabra, una piedra preciosa en manos de un descerebrado, una boca podrida de espuma partida de la rabia. ¡Hola, buenas noches!, se oye en el escenario. ¡Somos Sangre Española y (ahora viene lo bueno) somos fascistas! ¡Hala, todo el mundo a bailar el pogo! ¡Viajen por países pequeños!, que diría el chico más pálido de la playa del Gros: ¡Son más fáciles de visitar! ¿Oxidarse? ¡No me jodas, hombre! Hace falta mucho valor para sudar como un cerdo bailando pogo y gritando aquello de ¡Que dios reparta suerte!; mucho peor resultan las visiones, las imágenes en la noche. Yo me hice punk en San Cristóbal de La Laguna; allí devorábamos arroz a la cubana con coñac, para no perder la perspectiva. Decibelios era una banda de paletas y bolingas. Morrisey no supo nuestros nombres, pero jamás olvidará nuestras caras. ¡Son árabes! ¡Son árabes!, gritábamos en la grada; pero no, no eran árabes: eran avispas azulgranas.
FUNDAMENTO:
ESTO NO ES HAWAII
Sabino Méndez fue guitarrista y compositor de algunas de las mejores canciones de un famoso grupo de rock barcelonés de la década de los 80. Ahora, al igual que nosotros, ha decidido mirar hacia atrás para intentar explicar su experiencia y explicarse a sí mismo; acaba de publicar un libro, Corre, Rocker, que, como este archivo, es un recorrido por el mundo de los sueños rebeldes, las drogas, las ilusiones y los fracasos. Para él, como para muchos de nosotros, aquellos fueron años de "transición democrática". En 1989 publicó un artículo titulado Se acabó el pastel; en una entrevista reciente repasa el contenido de este artículo con ideas que me resultan extrañamente familiares. Lo bonito de este retraso secular comenta Sabino- que llevamos con respecto a las movidas de otros sitios fue que llegar tarde hizo que nuestro sueño, en ese momento particular de la transición democrática, tuviera características propias. Tenía algo muy peninsular, aquello del esperpento y una especie de humor berlanguiano, ése que hace enternecedor lo ridículo que tiene el ser humano. Ese sueño duró una etapa especial, hasta que las inquietudes juveniles se pudrieron al tener que enfrentarse a los compromisos adultos, al tener que gestionar sus ambiciones con respecto al mundo real.
Palabra de rocker.
En otro lugar de la entrevista encontramos la pregunta final del final de la historia. ¿Por qué hacíamos tanto el idiota? Y Sabino, que un día decidió cambiar la guitarra por los libros, contesta con franqueza: Porque éramos jóvenes, porque todo era nuevo y porque, en un momento dado, llegamos a creer, puesto que no teníamos referentes, que se podía llevar a la práctica el mundo que habíamos imaginado. En algunos casos tuvimos gloriosos aciertos y en otros hicimos el ridículo de una manera espantosa. Es la cara y la cruz, la parte maravillosa del ser humano y de la ilusión. Fuimos pretenciosos, absurdos, maravillosos, prodigiosos y estúpidos.
LA LAGUNA
Anillos de memoria. Una nueva aventura me recuerda que, en Abril, las madrugadas son olorosamente frías. En La Laguna, San Cristóbal de La Laguna. ¿Hace cuántos años, en aquellas callejas inclinadas donde siempre, desde cualquiera de ellas, avizorábamos el mar? En la Plaza del Adelantado, persiguiendo palomas para la cena; bajo el árbol de los brazos (junto a la diosa psicología), lavando las heridas en el océano. Hijo de la memoria laboriosa; la vía salvaje al paraíso o la ignorancia drogada como método. Cajón desastre: La Laguna, memoria de bosque fosilizado.
Enrique Bustamante.
El Archivo de Chicago.
2 comentarios
Enrique -
Tenía pensando escribir algunas cosas sobre tu comentario, pero tengo que repensarlas. En principio, la idea que más me obsesionaba era la de una década, los 80, dedicadamente únicamente a la fiesta, especialmente frívola, ¿posmoderna? El compromiso había quedado olvidado a finales de los 70. En los 80 éramos jóvenes todavía, no teníamos responsabilidades; algunos incluso manejaban dinero. Pero, forzando la memoria, también he vislumbrado signos de interrogación (¿en el dorso de una guitarra?) y determinadas zonas de sombra. Voy a seguir pensando en ello y, si saco algo en claro, luego te cuento. He visitado una página dedicada a Sabino Méndez y estoy leyendo cosas sobre el tema. En algún lugar he localizado su dirección de correo electrónico. Igual le escribo, ¿qué se yo?, para cambiar impresiones.
Gracias por tu comentario. Recuerdos a Mafalda.
Otis B. Driftwood -
Mafalda Dixit.
Es algo que desde chiquitito me he negado a creer, aunque con cada cana que sale tiende uno a dudar cada vez más. Quizá necesitamos el refuerzo de personas que sean como nosotros para evitarlo, no sé.
Con Loquillo, al igual que con muchos símbolos de rebeldía existentes durante los años setenta y ochenta (las épocas que por mi edad soy capaz de recordar) pasó esencialmente una cosa: el tiempo avanzó quizás más rápido que ellos. Es posible que sus mensajes, sus actitudes o lo que representaban pudiera haber pervivido en las nuevas generaciones, pero la manera de transmitirlo quizás debería de haber cambiado, ajustarse a otro tipo de personas que nacieron con todo o casi todo dado de serie, sin pensar que para llegar a ello el camino fue largo y tortuoso. De ahí al descreimiento el paso es realmente pequeño.
Ahora les vemos enarbolando la nostalgia, más o menos acusada, pero nostalgia al fin y al cabo. Justo ahora, que es cuando toca vender de nuevo ilusión. No puedo evitar pensar que mantienen aún ese desfase respecto a su público potencial, o al que debería serlo, igual que ese político que sólo da mitines para los que ya están convencidos, en lugar de intentar convencer a los indecisos. Y es en esos casos cuando me viene a la cabeza la frase de Mafalda, esa que sigo resistiéndome a creer.
Amigo mío, qué difícil es ser optimista a veces. Pero seguimos intentándolo.
Un abrazo.